La Amistad y el Noviazgo
Autor: Dr. Luis Palao
En el instituto bíblico se acercaba el tiempo
de las vacaciones de invierno, y por un lado estaba ansioso de que llegaran.
Visitaría a amigos, pero sobre todo tendría un descanso de los estudios.
No obstante, en lo profundo de
mi corazón no quería esas vacaciones. Cada vez estaba más interesado en
Patricia, y cuando me enteré de que ella haría un viaje durante esos días, me
preocupé pensando que pudiera llamar a algún viejo novio y volviera a verlo. De
manera que le dije a Patricia lo que sentía con respecto a ella.
No fue un momento dramático ni demasiado romántico. Fue simplemente mi
estilo directo y sin rodeos. Le dije que deseaba que supiera lo especial que
ella era para mí, que me importaba mucho, y que esperaba que pudiéramos pasar
más tiempo juntos luego de las vacaciones de modo de conocernos más y mejor.
Realmente la extrañé muchísimo. Luego del receso volvimos a los
estudios, aunque debo admitir que mis calificaciones no fueron tan buenas.
Patricia tuvo parte de la culpa ya que pasaba con ella tanto tiempo como me era
posible.
Dos palabras caracterizaron nuestra relación durante ese período. Una
de las palabras es CONOCIMIENTO. Al tiempo que Patricia y yo conversábamos y
pasábamos tiempo juntos, me convertí en un experto en ella. Comencé a descubrir
no sólo lo que ella pensaba, sino además por qué lo pensaba. Es verdad que sólo
se puede amar a alguien hasta el punto en que uno conoce a ese alguien.
El amor a primera vista puede sonar romántico, pero una verdadera
relación de amor rara vez está basada en las primeras impresiones. Debemos
tener cuidado de no desarrollar una imagen idealizada de la otra persona
basándonos en esas impresiones, ya que tarde o temprano nos decepcionaremos. Es
vital ser honesto y abierto desde el principio. Tenemos que crecer en amor al
tiempo que profundizamos nuestro entendimiento y apreciación de la otra
persona.
La otra palabra que quiero compartir es CONSAGRACION. La personalidad
de Patricia, su inteligencia y su aspecto atractivo me llamaron la atención
cuando la vi por primera vez, sin ninguna duda. Pero a medida que nos fuimos
conociendo más el uno al otro, descubrí su amor por el Señor Jesús, y eso fue
decisivo. Patricia era una joven que había consagrado su vida a Dios, y eso se
transparentaba en todo momento.
Así fue que, para mi sorpresa, un día me levanté con la certeza de que
estaba enamorado de Patricia y deseaba pasar el resto de mi vida sirviendo al
Señor con ella. Hablé con sus padres, y confieso que a pesar de lo mucho que
los quiero esa primera vez sentí un gran dolor de estómago por los nervios que
tenía. Ellos se alegraron; nos aconsejaron, y no pasó mucho tiempo antes de que
nos comprometiéramos.
Realmente no puedo decir que el momento en que le propuse casamiento a
Patricia fue romántico. Yo traté de que sí lo fuera, pero en lugar de
preguntarle si se quería casar conmigo, le pregunté si quería volver a la Argentina conmigo. Ella
comprendió lo que yo quería decir y todo lo que esa pregunta implicaba.
Cuando me dijo que sí, que regresaría conmigo a la Argentina , yo también
comprendí lo que su respuesta quería decir. Nos casamos unos meses después, y
cada día le doy gracias al Señor por el regalo más grande que me ha dado luego
de la salvación: mi amada esposa. Como cristianos consagrados al Señor, no
debemos casarnos con alguien que simplemente sea cristiano (1 Corintios 7:39),
sino con un cristiano que crezca en el Señor Jesús.
Alguien cuya vida esté marcada por su consagración a Dios, por la
verdadera espiritualidad. Hágase estas preguntas: “La persona que yo amo, ¿en
verdad me desafía, alienta e inspira a vivir cada día más cerca del Señor? ¿O
acaso me doy cuenta de que él/ella obstaculiza mi crecimiento espiritual?” Ante
Dios hoy mismo tome la decisión de que se pondrá de novio y se casará con
alguien con quien pueda buscar el reino de Dios toda la vida. Nada podría ser
más emocionante.